Introducción a la Filosofía

FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA

0.     Introducción

1.     La adquisición del lenguaje desde el punto de vista discursivo

2.     Discurso argumentativo y argumentación razonada

3.     Competencia argumentativa: habilidades comunicativas y cognitivas

4.     Características discursivo-cognitivas de la argumentación razonada

5.     El aprendizaje de la argumentación razonada

6.     Conclusiones

7.    Bibliografía

 

0. Introducción                    

A veces ocurre que el esfuerzo por hacer que las cosas difíciles sean un poco más agradables se interpreta como falta de rigor. A algunos les da la impresión de que sólo lo aburrido es serio, importante o provechoso. Vendría a ser algo así como -"Huy, cómo nos hemos aburrido en esta clase, ¡cuánto debemos haber aprendido!". También es cierto que al colegio no venimos a divertirnos. Pero creo que en este contexto la oposición correcta no es "aburrido-divertido" sino "aburrido-interesante".

Lo que viene a continuación es el fundamento teórico de lo que trabajaremos en el crédito "Introducción a la Filosofía" para 4º de ESO. Es algo así como el libro de texto.

Muchas ideas y ejemplos están tomados del trabajo de Adriana Silvestri, investigadora del Instituto de Lingüística de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (Argentina).

De cara a afrontar con garantías de éxito una materia tan complicada (si se hace bien) como la Filosofía en el Bachillerato, es necesario haber desarrollado unas capacidades cognoscitivas abstractas y un rigor lógico básico. En lugar de estudiar la Lógica directamente y de forma teórica, las actividades de este crédito están enfocadas a proporcionar (de modo ameno e interesante, por cierto) las estrategias adecuadas.

Si estás preocupado por "qué se hace en este crédito", lee lo que viene a continuación. Si estas haciendo ahora el crédito, lo que más te interesa, a nivel práctico, es identificar las falacias que se señalan en el apartado 5.

1. La adquisición del lenguaje desde el punto de vista discursivo                      

La adquisición del lenguaje ha sido encarada desde diversos modelos teóricos que implican distintas concepciones del proceso de adquisición y del lenguaje como objeto de dicho proceso.

Desde un punto de vista, el estudio se centra en el dominio del sistema gramatical de la lengua materna, con independencia de la situación comunicativa en la que se generan las emisiones. Esta adquisición -a nivel fonológico, léxico y morfosintáctico- se produce precozmente: se completa en sus estructuras fundamentales hacia los cinco años aproximadamente. Como resultado de este proceso, el niño domina habilidades verbales que lo capacitan para desenvolverse con eficacia en situaciones de comunicación cotidiana.

Sin embargo,  desde otro punto de vista, la adquisición del lenguaje está lejos de haberse detenido. Para las perspectivas que no disocian los procesos de comprensión y producción del lenguaje de la situación comunicativa en que tienen lugar las emisiones, el aprendizaje no se limita a la realización de palabras u oraciones gramaticalmente correctas.

Uno de los aspectos en los que se verifica la continuación del proceso de aprendizaje es la adquisición discursivo-textual, es decir, la habilidad para comprender y generar textos de diversos tipos y géneros. Estas formas discursivas funcionan en esferas concretas de la praxis humana, en situaciones concretas de interacción social en las que el individuo se encuentra involucrado dentro de esa esfera determinada (Bajtín, 1982).

Tanto para la intercomprensión  como para la resolución de diversas tareas mentales, las formas discursivas resultan tan obligatorias y necesarias como las formas gramaticales. Debido a su dependencia de los contextos de actividad y de comunicación,  presentan un alto grado de variedad según factores culturales y situacionales, por lo cual no puede determinarse una secuencia estricta y universal en la adquisición de los diversos tipos y géneros del discurso.

Pueden señalarse, sin embargo, algunos hitos en el proceso, según las dificultades de orden cognitivo y discursivo que implique su aprendizaje. Por ejemplo, una de las formas que más precozmente se adquiere es la narración, mientras que en el polo más extremo de la dificultad se encuentra la adquisición tardía de la argumentación razonada.

2. Discurso argumentativo y argumentación razonada                        

La argumentación se identifica con el enunciado de un problema o situación que admite potencial o efectivamente posiciones a favor o en contra de una tesis. Desde el punto de vista de su función comunicativa, consiste en un conjunto de estrategias del enunciador para modificar el juicio del destinatario acerca de dicho problema o para establecer la justeza del punto de vista o conclusión del enunciador (Vignaux, 1986).

El discurso argumentativo comprende una amplia variedad de géneros -como por ejemplo la discusión cotidiana, el ensayo literario y el alegato forense- que apelan a recursos muy diversos y poseen distinto grado de complejidad.

Desde el punto de vista de su estructura, la argumentación puede realizarse a partir de un esquema básico problema-solución, que comparte con otros tipos de texto como la explicación. Admite, sin embargo, una gran diversidad de estructuras, características incluso de otras funciones comunicativas. Por ejemplo, la función específica de la argumentación puede llevarse a cabo por medio de una secuencia narrativa, como se advierte en géneros como la fábula, el apólogo y la parábola.

Como práctica social, la argumentación implica una forma específica de interacción ante la presencia de una discrepancia o conflicto. Tanto en la participación en distintas instancias de la vida pública como en el ámbito privado, la argumentación ofrece una alternativa a las formas directas de la imposición o la violencia para resolver situaciones problemáticas en las que no existe consenso. Desde un punto de vista pragmático, la argumentación es, entonces, un acto de habla complejo cuyo propósito es contribuir a la resolución de una diferencia de opinión (Van Eemeren, 1992).

Entre los géneros argumentativos de larga trayectoria histórica se encuentra la argumentación razonada, denominada también argumentación desarrollada o explícita, originada en la antigua Grecia en vinculación con las  prácticas jurídica, política y conmemorativa. A diferencia de otros géneros argumentativos en los que la persuasión o la justificación pueden llevarse a cabo con recursos elípticos (piénsese, por ejemplo, en los textos publicitarios), la argumentación razonada exige el despliegue de un razonamiento para apuntalar una tesis.

3. Habilidades comunicativas y cognitivas                           

La habilidad para producir una argumentación adecuada involucra el dominio de estrategias verbales que harán posible un despliegue convincente de las ideas o creencias en conflicto. En cuanto a las habilidades de comprensión, el conocimiento de los mecanismos argumentativos permite a los destinatarios asumir una actitud crítica ante la manipulación a la que tienden gran número de discursos sociales persuasivos.

El dominio de habilidades comprensivas y productivas configura la competencia argumentativa del sujeto. Se trata, por supuesto, de un dominio relativo a un entorno comunicativo específico : existen grados en la habilidad argumentativa según el género de la argumentación involucrado, el contexto institucional, la formalidad o informalidad de la situación, etc. La competencia argumentativa no se alcanza de modo obligatorio, ya que es producto de un aprendizaje que depende tanto de la importancia que se le asigne en los ámbitos educativos como del lugar que ocupan en una sociedad las prácticas de argumentar, de persuadir y convencer por medios verbales.

El aprendizaje de la argumentación implica una ampliación de las habilidades comunicativas del sujeto. Sin embargo, la adquisición no incide solo en el ámbito de la interacción comunicativa. Las diversas formas discursivas funcionan también como formas de representación mental, traducen procedimientos conceptuales del sujeto (Wertsch, 1993). De modo que la argumentación puede concebirse como un instrumento proporcionado por una cultura para desempeñar funciones tanto comunicativas como cognitivas específicas en los ámbitos socioculturales concretos que las demanden.

El papel de los diversos tipos textuales y géneros discursivos en la cognición no involucra sólo al contenido de los enunciados, a la información que estos vehiculizan y con la cual operan los procesos de conocimiento, sino también a la forma de las operaciones requeridas para realizar una tarea mental. Así, diversas formas del pensamiento verbal se llevan a cabo y se comunican mediante formas específicas del discurso.

Bruner (1988) distingue dos modalidades básicas del pensamiento que requieren distintos tipos de operaciones : la paradigmática y la narrativa. La primera modalidad, característica de los dominios que son objeto de conocimiento de las ciencias físico-matemáticas y naturales, constituye un sistema formal de descripción y explicación. Sus enunciados son verificables y la secuencia de razonamiento se encuentra regulada por requisitos de coherencia y no contradicción. Esta modalidad de pensamiento se aplica a entidades observables o a mundos posibles que pueden generarse lógicamente por las reglas del mismo sistema.

La modalidad narrativa, a su vez, permite el acceso al conocimiento de los sucesos de la experiencia humana ubicados en el tiempo y en el espacio. A diferencia del pensamiento paradigmático, sus enunciados no responden a requisitos de verificabilidad (no son falsables) sino que responden a criterios propios de corrección basados en la verosimilitud. Introduce para el conocimiento la doble perspectiva de la acción -la gramática del relato- y la conciencia humana, la realidad psíquica. Las teorías populares y estéticas sobre la condición humana, el pensamiento que intenta comprender la relación entre la acción y la intención humanas, se constituyen por medio de esta modalidad.

Cada modalidad se desarrolla discursivamente por medio de géneros tales como, por ejemplo, la demostración y la explicación lógica en el pensamiento paradigmático, y el relato ficcional o histórico en el pensamiento narrativo.

4. Características discursivo-cognitivas de la argumentación razonada                     

La argumentación razonada comparte operaciones de pensamiento con ambas modalidades y tiene características propias que la constituyen como una tercera modalidad. Se aproxima al pensamiento paradigmático en tanto exige un desarrollo discursivo asentado sobre un secuencia lógica, que en la argumentación no se asienta sobre principios de coherencia y no contradicción, sino en criterios de pertinencia y compatibilidad (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1989).

Se aparta, sin embargo, de esta modalidad en el aspecto estructural : el razonamiento paradigmático -implementado, por ejemplo, a través de una demostración- constituye un sistema cerrado, con un solo camino no contradictorio que conduce a la conclusión necesaria ; en tanto el razonamiento argumentativo posee una estructura arbórea, ya que ante cada argumento que intenta validar una tesis existen múltiples contrargumentos potenciales que el enunciador debe elegir según factores situacionales externos al sistema.

A su vez, se identifica con la modalidad narrativa en la necesidad de tener en cuenta el horizonte de la conciencia humana. Esta necesidad se origina en la función persuasiva o justificatoria de la argumentación : para lograr el efecto perlocucionario de incidir en la creencia del receptor, debe construirse mentalmente una representación adecuada de su universo psicológico[1][1].

La argumentación razonada es un género complejo desde el punto de vista representacional, ya que no opera -como lo hace el pensamiento narrativo- solamente con representaciones producidas por los hechos, sino que anticipa el cambio de representaciones mentales que pueden producirse en el receptor a medida que avanza la argumentación. El movimiento de prever ante cada argumento los posibles contrargumentos que el receptor podría objetar, para seleccionar el próximo argumento en función de ellos, posee un alto grado de recursividad representacional que se acentúa cuando la argumentación es escrita y el interlocutor, por lo tanto, constituye una entidad virtual y no una presencia concreta.

La modalidad argumentativa se diferencia, además, de la narrativa, en la relación que se establece con los hechos ya que, en la narrativa, el horizonte de los hechos puede reducirse, pero nunca desaparecer por completo. En la argumentación, el hecho se introduce en función de la tesis (como ejemplo, como indicio probatorio de la tesis, etc.) y no resulta, por lo tanto, obligatorio ni esencial al género.

En lugar de entidades observables o mundos posibles -como en el pensamiento paradigmático- el razonamiento argumentativo promueve al rango de objetos la intencionalidad humana, las creencias, la ideología, objetos de las ciencias sociales en general.

La argumentación configura, entonces, una tercera forma de pensamiento, pero las coincidencias parciales con otras modalidades en las exigencias cognitivas hace que no exista una división tajante entre los géneros que las implementan. Así, la demostración, la explicación lógica y la argumentación pueden concebirse como polos de un continuum, sin separación neta.

5. El aprendizaje de la argumentación razonada                          

Los estudios sobre desarrollo de las competencias discursivas coinciden en proponer a la argumentación como un tipo textual de adquisición tardía. Diversas investigaciones (Esperet, 1987 ; Miller, 1987 ; Pieraut-Le Bonniec, 1987) ubican el comienzo de esta adquisición en la adolescencia.

Existen, por supuesto, precedentes muy precoces en la función de argumentar : un niño produce enunciados para justificar su conducta o para convencer desde el comienzo de su aprendizaje verbal, aproximadamente hacia los dos años. Sin embargo, desde el punto de vista discursivo-textual, se trata de proto-argumentaciones sin desarrollo de las operaciones específicas del argumentar. En el comienzo del largo camino que eventualmente conducirá al dominio de la argumentación razonada se encuentra una serie de estrategias persuasivas (que combinan generalmente conductas verbales y no verbales) entre las que predominan la repetición, la insistencia, el llanto, el grito, el contacto físico con el interlocutor. Paulatinamente, comienzan a aprenderse estrategias diferenciales en función del destinatario, por ejemplo, utilizar fórmulas de cortesía en la interacción argumentativa con adultos, pero no con pares, o utilizar insultos en la interacción con pares, pero no con adultos (Eisenberg, 1987).

A lo largo de la niñez, el sujeto continúa ampliando sus habilidades argumentativas, siempre y cuando el entorno directo e indirecto del niño propicie -en forma sistemática o no- este aprendizaje. Sus argumentaciones, no obstante, incluso en situaciones favorables de aprendizaje, se mantienen dentro de los límites que imponen las características evolutivas del pensamiento : el niño no se encuentra aún habilitado para efectuar tareas mentales que resultan obligatorias para dominar operaciones específicas de la argumentación desarrollada [2].

Estas operaciones involucran básicamente tres aspectos : la exigencia de razonamiento formal, la complejidad representacional, la especificidad de dominio y, además, exigencias de competencia discursiva que la argumentación comparte con otros géneros.

En los siguientes apartados analizaremos cada uno de estos aspectos.

5.1. A partir de los 11-12 años se producen en el desarrollo cognitivo cambios de gran envergadura que suponen la posibilidad de construcción del concepto legítimo y la utilización del pensamiento abstracto propiamente dicho (Vigotsky, 1963), es decir, la capacidad de razonar deductiva e inductivamente, de comprobar hipótesis y formular teorías, etc. [3]. Estas operaciones, que para Piaget y la Escuela de Ginebra dan su nombre a un estadio del desarrollo, configuran la operatoria formal (Piaget, 1972).

Mediante el pensamiento formal el sujeto concibe lo real como un subconjunto de lo posible y puede, por lo tanto, formular y comprobar hipótesis de manera sistemática, a través del control de variables. Las operaciones mentales no se realizan directamente sobre la realidad o la representación concreta de la realidad (característica del pensamiento concreto del niño), sino sobre proposiciones abstractas, dando lugar al razonamiento formal propiamente dicho. Aunque algunas operaciones pueden llevarse a cabo antes de llegar a la adolescencia, el uso coordinado de todas ellas comienza a partir de los 11-12 años y se consolida (en situaciones favorables de aprendizaje) hacia los 15 años.

En las primeras argumentaciones producidas por adolescentes se advierte la presencia sistemática de algunas dificultades relacionadas con operaciones discursivas y cognitivas que deben realizarse para redactar una argumentación adecuada [4]. Se trata de textos pragmáticamente débiles por la presencia de falacias que pueden caracterizarse como falacias de aprendizaje, en tanto son típicas del acceso inicial al género y características del dominio todavía precario de las operaciones exigidas para una adecuada producción. No se trata, por supuesto, de falacias deliberadas, ya que el empleo deliberado de un procedimiento falaz ante otras opciones requiere mayor dominio argumentativo. Tampoco se trata de problemas excluyentes de la adolescencia : un adulto con baja competencia argumentativa producirá textos semejantes a los analizados.

En la construcción de sus argumentaciones, los adolescentes muestran habilidades de abstracción y generalización desarrolladas, propias de las nuevas formas de pensamiento que pueden adquirirse en este período. Sin embargo, no siempre son capaces de ajustar el nivel de generalización adecuado para los requerimientos de la tarea. En efecto, la transferencia conceptual, es decir,  la aplicación de un concepto aprendido y formulado en un nivel abstracto a nuevas situaciones concretas que puedan considerarse en estos términos abstractos, resulta una operación muy compleja que llega a dominarse sólo hacia el final de la adolescencia (Vigotsky, 1963). Así, los alumnos producen con frecuencia enunciados de un grado de generalidad tan amplio que pierden especificidad en relación con el tema concreto que se argumenta (Silvestri,  1997).

En el siguiente ejemplo [5], el alumno enuncia esta conclusión en un ensayo argumentativo sobre una obra teatral leída en clase :

La conclusión de la obra es que si querés lograr algo en la vida tenés que hacerlo por tus propios medios, nada cae de arriba pero todo se logra en la vida.

El grado de generalidad del enunciado es tal que resulta potencialmente aplicable a una multitud de textos, descuidando el planteo específico de la obra leída. Los enunciados hipergeneralizados  producen textos sentenciosos, aforísticos, típicos de los primeros intentos argumentativos del adolescente

También la elección de recursos argumentativos puede verse afectada por el desajuste de las operaciones de generalización. En el siguiente fragmento, extraído de una argumentación acerca de los efectos positivos o negativos de la televisión, el alumno anuncia que describirá la situación específica de la Argentina. En este caso, hubiera sido necesario desplegar operaciones de particularización utilizando recursos como el ejemplo. Recurre, en cambio, a la analogía, más adecuada para efectuar el movimiento opuesto de generalización. Como resultado, se obtiene una propuesta sobre los riesgos de la televisión que no es específica del caso argentino, sino aplicable a cualquier país.

Puntualicemos el caso en la Argentina. Metafóricamente podría verse así : todos somos peces que se encuentran en el mismo lago, muy pocos son los que no lo están, pero vamos a dedicarnos a los que sí lo están, sin lugar a dudas, la mayoría. (...) Digamos que la TV sería como el agua en el lago, es común a todos, pero ... y si el agua un día se pudre, todos los peces estarían usándola podrida (...)

Los razonamientos circulares, típicos también de las argumentaciones iniciales, pueden asimismo obedecer a problemas de conceptualización. La organización conceptual propia de la operatoria formal implica un sistema de categorías relacionadas jerárquicamente con indicación de relaciones de súper y subordinación, inclusión e intersección (Luria, 1979). Por lo tanto, la inadecuada inclusión jerárquica de un concepto puede generar una falacia de este tipo:

El dinero es, sin duda alguna, uno de los instrumentos más importantes en la vida de  los pueblos y de las personas. ¿Cómo podríamos comprar y vender, cobrar y pagar, abastecernos y guardar para el futuro si no existiese el dinero?

Como señala Van Eemeren (1992) la falacia de razonamiento circular no es un error lógico, sino que resulta pragmáticamente inaceptable defender un punto de vista con una premisa igual. En el ejemplo citado, la falacia (“el dinero es importante porque si no existiese no podríamos usarlo”) se genera en no categorizar correctamente  los conceptos de comprar, vender, cobrar y pagar como operaciones que se efectúan específica y obligatoriamente con dinero.

En el siguiente ejemplo se combina un razonamiento circular (“no es conveniente dedicar mucho tiempo a la computación porque la gente dedica mucho tiempo a la computación”) con una falacia lógica generada en el uso incorrecto de conectores que muestra -en este caso- una inadecuada comprensión de las relaciones de causa y de consecuencia:

Tesis: La computación aísla a las personas

Un claro ejemplo a todo esto es la influencia que tiene esto con el medio ambiente, porque el tiempo que la gente dedica a la computación es demasiado ; por lo tanto no creo que sea conveniente dedicarle tanto tiempo, ya que la persona no podrá abstenerse a lo que sucede en sus alrededores.

Otra falacia típica que se origina en las dificultades del tránsito del pensamiento concreto al pensamiento abstracto es la obtención de una conclusión general basándose en un caso singular, habitualmente extraído de la experiencia personal del sujeto. Este caso no funciona como ejemplo particularizador -uso que puede resultar lícito como recurso de apoyo a la comprensión del receptor- sino como argumento privilegiado para probar el punto de vista propio. A su vez, la apelación a la experiencia personal como argumento es un recurso característico para constituirse como autoridad en el tema. En el siguiente ejemplo, el alumno argumenta sobre el tema -por él propuesto-Extrañas costumbres de la Iglesia” y, luego de describir los prejuicios religiosos en materia de sexo, proporciona este argumento:

Estoy muy convencido en mi fundamento porque tuve la experiencia de ir a un colegio religioso y ver cómo se martirizan conviviendo entre ellos sin poder llegar a una mujer (que es natural) y a la vez inculcándose cada vez más su creencia que les brinda la religión que es la de “ser más perfectos como peregrinos para ser los mejores religiosos”.

5.2.  Otro factor que incide en el aprendizaje tardío de la argumentación es -como se señaló en 4- su complejidad representacional, que implica, en el plano discursivo, complejidad enunciativa: en una argumentación razonada hay por lo menos dos enunciadores diferentes que sustentan diferentes opiniones, y de cuyas voces (ya sean “reales” o reconstruidas por el argumentador) debe hacerse cargo el texto apelando a recursos diversos que van desde la cita textual hasta el estilo indirecto libre.

 Uno de los aspectos en que se advierte es la dificultad para caracterizar léxicamente al responsable de un enunciado cuando este no es una persona concreta (Auricchio, 1992). La precaria habilidad para definir verbalmente a un grupo social que sostiene un punto de vista se traduce, en general, por el empleo difuso de cuantificadores indefinidos (muchas personas, algunos, etc.):

Lo cierto, es que son muchas las argumentaciones en contra de la computación, pero todas están basadas en el miedo a lo desconosido. Por ejemplo, hay muchos padres de otras personas que temen que las calculadoras de bolsillo se constituyan en una ayuda exterior de algo que debería ser un recurso interno.

En el anterior ejemplo, el alumno evidencia que no logra transitar desde la representación de personas concretas que él conoce (padres de alumnos, pero no sus propios padres) hacia la adecuada definición de un grupo abstracto.

La dificultad de las operaciones de discriminación discursiva de creencias propias y ajenas se advierte también en los problemas que presenta para los adolescentes la inclusión coherente en el discurso de enunciadores que sustentan puntos de vista diferentes del propio. Esta dificultad puede notarse tanto en la organización general del texto como en segmentos menores. Véase el siguiente texto que discute una reglamentación de la provincia de Buenos Aires que obliga a cerrar los locales bailables a las tres de la mañana:

Desde el punto de vista adulto (mayormente) es una buena reglamentación, porque: Los “chicos” volverían a sus casas alrededor de esa hora obligatoriamente, e ingenuamente cerrando los demás establecimientos relacionados con la diverción nocturna, creen que eso pueda ser así.

El alumno eligió para su texto una organización que facilita la exposición de puntos de vista alternativos : expone separadamente la perspectiva adulta y la adolescente. Sin embargo, en el segmento en que asume la palabra desde el punto de vista adulto, no logra desprenderse de su perspectiva personal e incluye en forma incorrecta el evaluativo “ingenuamente”, que corresponde a un enunciador que se opone a la reglamentación. Sumado a la incorrecta inserción del adverbio como modificador de “cerrar” en lugar de “creer”, se genera un efecto de inconsistencia semántica. La operación de combinar distintos puntos de vista sin señalar explícitamente al enunciador, pero sin provocar confusiones, recurriendo al estilo indirecto libre, resulta muy compleja para adolescentes que aún carecen de suficientes habilidades discursivo-cognitivas para encararla. 

En los próximos ejemplos se analizará otro tipo de dificultades relacionadas con la complejidad enunciativa : la necesidad de exponer y fundamentar por lo menos dos puntos de vista enfrentados que corresponden al disenso de opinión.

Son muy frecuentes las argumentaciones iniciales en las que la función argumentativa del texto se lleva a cabo exclusivamente por medio de aserciones que exponen la opinión del enunciador. Se generan así las falacias que consisten en la “evasión de la carga de la prueba”, que habitualmente se canalizan a través del recurso discursivo de la garantía personal:

Personalmente opino que como todo lo nuevo, trae aparejado problemas, paradójicamente una computadora es, ni más ni menos que una minimizadora de problemas. Pero lamentablemente produce una relación usuario-computadora que es muy aislante.

Lo que se omite es una fundamentación del punto de vista del enunciador que desarrolle las operaciones de razonamiento argumentativo que condujeron a la conclusión. Una carencia semejante se advierte en la operación simétrica : introducir un punto de vista opuesto al propio y no contrargumentar. En estos casos, el adolescente avanza en su dominio del género al contrastar su propuesta con otras alternativas, pero aún no realiza las típicas operaciones refutativas que exigen que el contrargumento retome al argumento. En el siguiente ejemplo, que se reproduce completo, el alumno independiza los argumentos de los contrargumentos y enuncia, a su vez, una conclusión independiente de ambos:

La eutanasia

Argumentación a favor:

Partimos definiendo a la eutanasia como una muerte suave y sin dolor, causada bajo la desición del enfermo o en otros casos de sus familiares más allegados. Considerando a esta como un derecho del hombre para poder decidir sobre seguir prolongando o no el sufrimiento de una enfermedad irreversible resultaría positivo, ya que en casos de largos y agudos sufrimientos sin esperanza de vida sería algo innecesario e ilógico esperar a la muerte.

Argumentación en contra:

Sin embargo hay otros casos que facilitaría crímenes, ya sea por herencia, por venganza, o por locura. En estas circunstancias el supuesto derecho se convertiría en un problema : crímenes difícil de probar.

Mi opinión:

Es una desición muy difícil tener que optar por una de las dos posturas. Pero en el caso de tener que fijarme en una de las dos me inclino por el “NO” a aprobar la ley que autorice la eutanacia, ya que creo que mientras halla vida habrá esperanza y nadie tiene el derecho de coartarla.

También relacionadas con la complejidad discursiva de la argumentación se encuentran las falacias muy habituales de elegir argumentos no pertinentes respecto del punto de vista defendido y la caída en digresiones argumentales:

Desde el punto de vista de la juventud en general no sirve, ¿por qué? Porque supuestamente la gente que sale después de las 24 hs es mayor de edad y si decimos que vivimos en democracia no pueden declarar un estado de sitio pues al que encuentran después de las 24 hs en la calle, la policía, lo lleva por averiguación de antecedentes. Entonces, si uno quiere dar una vuelta después de las 24 hs no puede porque viene una persona con una identificación y te lleva y la racia es totalmente indiscriminada.

Este fragmento -extraído del texto anteriormente citado acerca de una reglamentación bonaerense- se inicia argumentando que la medida de cerrar los locales bailables a medianoche es antidemocrática. Una vez enunciado este argumento, el alumno pierde de vista su objetivo inicial  y se embarca en una digresión sobre los operativos policiales.

En el próximo ejemplo, el alumno identifica correctamente un problema de pertinencia argumental : para refutar la evaluación positiva de las computadoras como medios de comunicación, no es pertinente apelar al argumento de la peligrosidad. Sin embargo,  en lugar de justificar su aserción, inicia una digresión descalificadora sobre los usuarios de información peligrosa:

Pienso que sí los comunica, y eso de que hay pornografía y fabricaron bombas caseras no va con el argumento de que no comunica, porque el que hace eso no  tiene nada en la cabeza y el que entra en esa sabe lo que puede ver y lo que no puede ver.

Desde el punto de vista discursivo, estas falacias, denominadas de “cuesta resbalosa”, están generadas por la estructura potencialmente abierta de la argumentación (véase punto 4.). A diferencia de la demostración, en esta forma discursiva es el enunciador quien debe decidir -entre muchas alternativas posibles- qué curso dará a su argumentación, qué punto de vista elegirá para defender un punto de vista y cómo determinará la clausura de un argumento. Esta serie de decisiones resulta cognitivamente más dificultosa que el desarrollo unívoco de la demostración, en la que -una vez elegido el punto de partida axiomático- hay un solo camino posible exigido por leyes internas al sistema.

5.3. Con respecto al dominio de conocimiento, es esperable que en el ámbito de algunas argumentaciones sea necesaria -para alcanzar consistencia argumentativa-una cantidad de información sobre el tema que los adolescentes no han llegado aún a acumular. Esta situación es frecuente en temas relativos a las ciencias sociales, que tienen en la argumentación razonada una de sus formas discursivas privilegiadas. En efecto, estas disciplinas se caracterizan cognitivamente por la gran cantidad de información (proveniente, además, de distintos dominios) que el pensamiento necesita para operar en sus dominios, contrastando con las ciencias físico matemáticas, en las que -una vez interiorizado el complejo sistema de reglas- el pensamiento opera con muy baja cantidad de información. En el próximo ejemplo la dificultad surge cuando el alumno intenta argumentar asumiendo un punto de vista histórico:

El hombre descubrió hace miles de años que el sistema de trueque no cubría con comodidad sus necesidades básicas. ¿Qué podríamos ofrecer para tomar un café? ¿Cómo pagaríamos el servicio de luz y/o todas nuestras otras necesidades diarias?

El alumno, en su argumentación sobre la importancia del dinero, no dispone de conocimientos suficientes para explicar  por qué en la antigüedad el sistema de trueque se hizo en determinado momento insuficiente, y recurre entonces a un ejemplo hipotético del presente que -en este contexto- resulta obviamente anacrónico y carece de valor explicativo.

5.4. Como ya se señaló, algunas dificultades en la producción de la argumentación razonada no son exclusivas de este género, sino que responden a problemas generales de la adquisición discursiva.

La producción de enunciados ambiguos, por ejemplo, es un problema típico que se advierte en escritores poco hábiles. La ambigüedad resulta más grave en los géneros denominados conceptuales, es decir, los que tienen objetivos de conocimiento, entre los que se encuentra la argumentación.  La presencia de ambigüedades en un texto argumentativo genera  falacias de uso. En el siguiente ejemplo -ya citado anteriormente- el alumno utiliza en forma reiterada los indefinidos “eso” y “así” sin proporcionar en el texto una referencia determinada para los mismos, con lo que ocasiona ambigüedad en su argumentación :

(...) Los “chicos” volverían a sus casas alrededor de esa hora obligatoriamente, e ingenuamente cerrando los demás establecimientos relacionados con la diversión nocturna, creen que eso pueda ser así. Si yo fuera padre, me gustaría que eso fuera así, (...)

La falacia de uso también es originada cuando el adolescente intenta asumir un registro formal que no domina. En una operación típica, elige palabras y expresiones semánticamente inadecuadas porque identifica su poca familiaridad con la formalidad requerida por el género:

También es un tema censurado por los curas y a la vez dejado de lado en la enseñanza, partido que no se toma en cuenta y que sería malo no introducirlo en las escuelas, ¿por qué ?, porque los chicos crecen con perjuicios (los de escuela religiosa) y no están al tanto de lo que les puede llegar a reparar el sexo, mal practicado, mal empleado o en el cuidado del SIDA inclusive. (subrayados nuestros)

En el caso de las falacias de uso, el adecuado entrenamiento en la producción discursiva en general  puede transferirse positivamente al caso particular de la argumentación.

6. Conclusiones                            

A la vez que se desarrollan las nuevas formas de pensamiento que el adolescente comienza a adquirir, aparecen también nuevas dificultades ante tareas más complejas y de mayores exigencias cognitivas y discursivas, tales como la que nos ocupa, el aprendizaje de la argumentación razonada.

En relación con las formas concretas de argumentación que son características del niño, los intentos argumentativos del adolescente evidencian el ingreso a una nueva modalidad de pensamiento que impone mayores desafíos. En los ejemplos seleccionados, la presencia de falacias se genera en la necesidad de resolver problemas discursivos que implican operaciones mentales complejas.

El aprendizaje genérico-discursivo es el que proporciona la herramienta para desarrollar este tipo de operaciones, una vez que la adquisición de la operatoria formal  habilita al sujeto para realizarlas. Esta habilitación proporciona solo una posibilidad virtual, que no llegará a desarrollarse sin una adecuada enseñanza -institucional o no- del género.    

El grado de competencia argumentativa que se alcance permitirá al sujeto no solo desempeñarse con mayor eficacia en tareas comunicativas de resolución de conflictos de opinión, sino también en tareas mentales de razonamiento cuando se encuentran en juego distintos puntos de vista o sistemas de creencias.

Referencias bibliográficas                            

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[1][1]  Algunos modelos teóricos extienden este efecto perlocucionario a los discursos paradigmáticos. Sin embargo, en estos el efecto se logra solo mediante la consistencia lógica del discurso (que los interlocutores típicos del género acuerdan en proponer como criterio de aceptabilidad) y no por apelación a factores externos al sistema tales como la ideología del receptor, su nivel educacional, etc.