La naturaleza del mundo físico
(Arthur Eddington)
Examinemos pues la
naturaleza del conocimiento que atañe a las ciencias exactas. Si buscamos entre
las cuestiones más inteligibles que suelen plantearse los exámenes de física y
ciencias naturales, quizá encontraremos alguna que comienza más o menos así: "un
elefante resbala sobre el césped de una colina y se desliza cuesta abajo por la
pendiente." Un candidato avezado sabe que no de conceder mayor
importancia a semejante descripción, pues sólo ha sido hecha para dar mayor
impresión de realidad; el estudiante leerá entre líneas: "la masa
del elefante es de dos toneladas." . Ahora estamos ante un hecho
concreto; el elefante desaparece del problema y en su lugar queda una masa de
dos toneladas. ¿Qué son exactamente esas dos toneladas que constituyen el
verdadero asunto del problema? Se refieren a cierta propiedad o condición que
designamos vagamente con el nombre de "ponderosidad", la cual
se manifiesta en determinada región del mundo exterior. Mas justo es reconocer
que por este camino no iremos muy lejos; la naturaleza del mundo exterior es incognoscible;
siguiendo esa senda sólo conseguiremos extraviarnos en un laberinto de cosas
que no tienen descripción. Poco importa a qué se refieren las dos toneladas;
¿qué es lo que son? ¿como han conseguido penetrar de manera tan precisa en el
dominio de nuestra experiencia?. Dos toneladas es lo que indica la aguja de la
balanza.
Sigamos: "la
pendiente es de 60 grados". La colina también desaparece del problema
y en su lugar nos queda un ángulo de 60 grados. ¿Qué son 60 grados? no hay por
qué luchar contra ningún concepto místico en lo referente a la dirección: 60
grados es la graduación indicada por el hilo de una plomada cuando se mueve
contra las divisiones de un transportador.
Igual cosa ocurre con los
demás datos del problema. Un coeficiente de fricción reemplaza el césped de la
colina sobre cuál resbaló el elefante. El coeficiente de fricción, aún cuando
quizá no constituye en realidad una indicación métrica, es de naturaleza
análoga. Desde luego, existen medios indirectos usados en la práctica que
permiten determinar el peso de los elefantes, así como el grado de inclinación
de las pendientes; esos medios se justifican porque es cosa comprobada que
gracias a ellos logramos los mismos resultados que aquellos obtenidos mediante
las indicaciones métricas.
Comprobamos así que la poesía
desaparece del problema y que desde el momento que comienzan a aplicarse los
métodos de las ciencias exactas sólo nos quedan indicaciones métricas.
Así, pues, si en la
máquina de calcular científicamente sólo se ponen indicaciones métricas, ¿como
podemos extraer de ella otra cosa que indicaciones métricas?.
Probablemente la cuestión
se reduce a averiguar cuánto tiempo tarda el elefante en deslizarse por la
pendiente de la colina. Y la respuesta nos la da la aguja del reloj al marcar
en el cuadrante del mismo el número de segundos que ha durado el descenso.
El triunfo de la ciencia
exacta en el problema precedente consistió en establecer una relación
numérica entre lo que señalaba la aguja indicadora de la balanza en uno de
los experimentos y el número de segundos indicados por la aguja del reloj en el
otro.