La competencia lingüística
hace posible que se formulen reglas para actuar de la manera más adecuada en
situaciones lejanas en el espacio y en el tiempo.
Sin haber visto nunca una
hormiga del género Donidus o uno de sus nidos,
cualquier humano normal, no excesivamente inteligente, a diferencia de los
chimpancés más inteligentes, puede enseñar a otros la manera de cazar termitas.
La práctica continuará siendo necesaria (y siempre mejorará los resultados)
pero la capacidad para formular reglas verbales para cazar hormigas o termitas
permite que individuos diferentes reproduzcan estas actividades a través de
generaciones.
La vida social de los
humanos se compone en buena medida (aunque no exclusivamente) de pensamientos y
conductas coordinados y gobernados por estas reglas. Cuando las personas
inventan nuevas normas de actividad social, inventan las reglas
correspondientes a adaptar las nuevas prácticas y las almacenan en sus cerebros
(a diferencia de las instrucciones de innovación biológica, que se almacenan en
los genes). (...).
A medida que nuestros
antepasados empezaron a depender más y más de la fabricación y utilización de
herramientas y de las tradiciones culturales, su repertorio genético de gruñidos
y gestos no debía ser suficiente para expresar la gama creciente de peticiones
que había que realizar. Los gestos y sonidos de invención cultural tuvieron que
aumentar proporcionalmente.
Marvin Harris: "Nuestra especie"