¿Repasamos un poquillo?

RESUMEN DEL TEMA 5

1.- ¿Por qué los intentos humanos de salvación resultan infructuosos?

Porque en su intento de prescindir de Dios (ateísmo) y reducir lo humano a aspectos exclusivamente materiales (materialismo), no llegan a captar la auténtica esencia del mal ni, por tanto, su remedio. Es como si ante una enfermedad, en lugar de atacar la causa, se preocuparan sólo de los síntomas.

 

2.- ¿Por qué el hombre está necesitado de “salvación”?

El verdadero mal que hay en el mundo es el pecado (la ofensa a Dios). Todos los demás “males” que nos aquejan se derivan de un modo u otro del pecado. La magnitud de una ofensa la mide la dignidad del ofendido (mientras que la magnitud de una obra buena la mide la naturaleza de quien la hace). Por ser la naturaleza  del hombre esencialmente limitada, ninguno puede realizar una acción infinitamente buena (adecuada, por tanto a la infinita maldad que supone ofender a Dios). Como consecuencia, el hombre no puede salvarse a sí mismo: está necesitado de salvación. Es el mensaje central de la Biblia. “Un Dios justo y salvador no exste fuera de mí” (Isaías, 45. 21).

 

3.- ¿Qué significa salvar en el contexto cristiano?

Significa liberar del mal radical (el pecado) y no sólo de lo que calificamos como ‘desgracias’, el mal social, la injusticia, la opresión, las enfermedades, las catástrofes o, incluso la misma muerte.

 

4.- ¿Qué relación hay entre la historia de la salvación y el cristianismo?

Se suele decir que ‘historia de la salvación’ y cristianismo son sinónimos. Las promesas de salvación anunciadas en el Antiguo Testamento se cumplen con la llegada de Jesús (cuyo mismo nombre significa ‘salvador’ –Lc, 1. 31.): Alguien que, por ser Dios verdadero puede realizar una acción infinitamente buena, capaz de merecer el perdón de Dios y que, por ser al mismo tiempo hombre (perfecto hombre) es uno de nosotros, hijo de Adán.

 

5.- ¿Qué significa: “el verdadero mal que hay en el mundo es el pecado”?

El pecado, en su condición de rechazo a Dios, bien infinito, es el único mal en sentido propio. El resto de “males” que sufre el mundo son consecuencia del pecado original y de nuestros pecados personales. Algunos (las guerras, la violencia, las injusticias…) son consecuencia directa de pecados. Las desgracias naturales son consecuencia del pecado (aunque no necesariamente de modo directo) por el desorden que el pecado introdujo en el mundo.

 

6.- ¿Cuál es la condición para la salvación eterna?

La condenación eterna consiste en el rechazo voluntario del amor de Dios (ya sea directamente o indirectamente por anteponer al amor de Dios el amor propio). Jesucristo ha salvado a la humanidad, pero es necesario que los frutos de esa Redención se apliquen a cada hombre, mediante el Bautismo, el resto de los Sacramentos, etc.

 

7.- ¿Qué relación hay entre salvación y liberación?

Salvar significa liberar del mal radical.

 

8.- ¿Cómo nos ha salvado Jesucristo?

Jesucristo nos ha salvado con su obediencia al Padre, que le llevó a sufrir la Pasión y una muerte ignominiosa.

 

9.- ¿Cómo ha de aceptar el dolor el cristiano?

La clave para descifrar el sentido del dolor es la Cruz de Cristo: Como Jesucristo asumió todos los dolores físicos y morales, el cristiano sabe que el sufrimiento es camino de redención. No se trata de algún tipo de masoquismo o de pensar que el dolor es bueno. El dolor no se acepta por sí mismo, sino como expiación por los pecados.

 

10.- ¿De qué medios se vale el cristiano para luchar contra el sufrimiento en el mundo?

Fundamentalmente a través de tres medios: a) No ocasionando dolores inútiles; b) combatiendo aquellos males que pueden ser erradicados o al menos disminuidos; y c) Luchando por erradicar todos los males injustos.

 

11.- ¿Qué dice la Iglesia sobre la salvación de los no cristianos?

La famosa frase “extra ecclesia nulla salus” (fuera de la Iglesia no hay salvación) no significa que sólo puedan salvarse los católicos bautizados, sino que todo aquel que se salva es porque de algún modo (incluso sin saberlo el interesado) pertenece a la Iglesia en el sentido de que se ha hecho partícipe de la gracia que nos consiguió Jesucristo. En concreto, aquellas personas que desconocen sin culpa suya la verdadera religión y que viven honradamente según la ley natural pueden salvarse (son cristianos implícitos).