Afrontar
las asignaturas de Humanidades
Lo que
sigue a continuación es un texto (un poco largo) sobre el modo de estudiar las
asignaturas humanísticas (y especialmente la Filosofía) con garantías de éxito.
De hecho, lo importante es meterse en los temas y olvidarse de que está uno
cursando una asignatura (ya habrá alguien que nos lo recuerde con demasiada
frecuencia). Es lo que se llama automotivación.
B.- Cómo escribir un ensayo de Filosofía
Espero que todo esto te sea
útil.
Las
asignaturas humanísticas no se reducen a un conjunto de temas y datos que
deben conservarse en la memoria para reproducirlos después en un examen. Ese “algo
más” es lo que les da sentido y atractivo. Si en las materias llamadas “de ciencias” todos
sabemos que no basta con el estudio de la teoría y que la práctica es esencial,
lo mismo ocurre en “letras”: la memoria es un primer paso, importante desde luego, pero insuficiente si no va
acompañado de la comprensión de los contenidos. Lo que se pide a un alumno en el nivel de
Bachillerato es precisamente esta comprensión.
El
estudio meramente memorístico se delata en los siguientes rasgos:
·
En primer lugar, los
que estudian leyendo directamente los apuntes, intentan reproducir más o menos
literalmente lo que estudiaron. En la medida en que falla la comprensión
aparecen incoherencias semánticas; la redacción se reduce a una sucesión de
frases inconexas separadas por interminables puntos y seguido; se escriben
palabras que suenan más o menos igual que las originales pero de sentido
absolutamente diverso; modos de decir que ocasionalmente salieron en clase,
pero que no vienen a cuento en lo que se está diciendo; y, sobre todo,
razonamientos que se intenta reproducir por el sonido de las palabras, no por
que se entiendan... y normalmente acaban por no tener sentido.
·
En segundo lugar,
aquellos que hicieron un esquema, delatan el estudio meramente memorístico en
la incapacidad por desarrollar dicho esquema; ya sea porque los añadidos
tienden a ser redundantes e incoherentes, o porque faltan absolutamente.
·
También en la
desproporción que ocupa en las respuestas algún comentario de clase que, aun
siendo importante, debería haber sido asimilado, y por tanto integrado
correctamente en la comprensión del tema en conjunto.
·
Por último, en las
preguntas de comprensión el alumno se siente incapaz de responder y huye hacia
el comentario de aspectos marginales o temas que no se preguntan, con el fin de
llenar un espacio más o menos presentable.
El
estudio de última hora -aunque sea de muchas últimas
horas- difícilmente puede evitar la caída en estas limitaciones que se
señalan. Para poder alcanzar un nivel aceptable (siempre por encima del
aprobado), es necesario el estudio habitual y bien hecho.
Hemos de
tener en cuenta que un estudiante de Bachillerato. tiene que enfrentarse a
bastantes asignaturas, y que por tanto no puede exigírsele una dedicación
excesiva en alguna de ellas, porque iría en detrimento de las demás. Pero
exigir un trabajo habitual no significa caer en esa desproporción.
Las
condiciones de un estudio bien hecho pueden, sin ánimo de ser exhaustivos,
resumirse en las siguientes:
Conocer
el tema de antemano: es bueno informarse sobre el tema que se va a
explicar en clase (bien a través del libro de texto, si lo hay, o mediante
enciclopedias, etc). Hay que hacerlo antes de que se comience a desarrollar, o
bien en los primeros días de explicación. El fin de esta lectura es tener una
visión de conjunto y captar los aspectos y partes esenciales. Es bueno hacerlo
independientemente de que se trabaje a través de apuntes. Algunos repasáis en
casa lo que se ha visto ese día en clase: es mejor comenzar con esta lectura
reflexiva que se recomienda, el estudio vendrá después.
Atender
en clase: Esta atención apunta a la comprensión de los
aspectos esenciales del tema o problema que se está estudiando. A veces será
una matización sobre lo que se puede leer en los libros, o una interpretación
diferente: deberá tomarse nota de ella para introducirla en la preparación
personal del tema; otras veces, será hacer énfasis en un punto que puede dar
luz sobre la comprensión de todo el tema: el estudio posterior deberá
orientarse desde la perspectiva que se ha explicado. En las clases de
filosofía consistirá muchas veces en el seguimiento de un razonamiento: es el
momento de procurar comprender el problema planteado y el modo en que un autor
lo soluciona, cada alumno tomará las notas que crea convenientes para que pueda
orientarse en su estudio personal. Es bueno dejar cierto margen en los apuntes,
de modo que puedan añadirse comentarios o matizaciones. Las clases son una
parte fundamentalísima del estudio del alumno: es el momento de conseguir la
comprensión que se pide, y de tomar las notas necesarias para que esa
comprensión sea duradera. Una hora de vida vegetativa en clase no se arregla
con una hora de estudio.
Estudio
personal: los ratos de estudio en casa serán de repaso de lo
visto en clase. Este repaso contiene diversos aspectos. Por un lado habrá que
ir memorizando los apartados que se han ido explicando, es muy eficaz hacerse
esquemas de los elementos que componen cada apartado. Por otro, habrá que
pensar sobre la intervención en la comprensión de los temas de los comentarios
que se hayan hecho, para situarlos en su perspectiva ordenada. Es parte
importante del estudio la lectura y análisis de los textos de apoyo que se van
dando -o de los que pueden encontrarse en el libro- para ir viendo cómo se
reflejan en ellos los contenidos teóricos que se aprenden en clase (ya conoces
la importancia de los comentarios de texto en este curso y en la
Selectividad).
Final
del estudio: Se termina el estudio de un tema realizando un
esquema personal ordenado y coherente. Este esquema, que si es fruto de un
estudio rico se recordará fácilmente, debe ser de tal modo que de cada uno de
sus guiones o apartados seamos capaces de construir un párrafo bien redactado.
Es bueno situar al margen de cada apartado algunos datos o ejemplos que nos
pueden servir para enriquecer ese párrafo: el nombre de alguna obra importante,
el nombre de un crítico o autor de peso, una fecha, un ejemplo que ilustra la
explicación de un problema filosófico, etc.
Un elenco
de esquemas bien trabajados y ordenados es de un valor incalculable cara al
examen final y al repaso para la Selectividad.
La
manifestación infalible de que se sabe algo es que se sabe explicar: Redactar
bien es pensar bien.
En los
exámenes, por tanto, en primer lugar hay que entender bien ese “algo”
que deberemos exponer: leer bien las preguntas y pensar qué es lo que nos
piden; ver si se trata del desarrollo de un aspecto histórico, de la
explicación de una parte amplia del pensamiento de un autor, de una pregunta
de análisis en profundidad, etc.
En
segundo lugar es necesario ordenar mentalmente, o en papel aparte, lo que uno
quiere decir sobre el asunto a tratar antes de ponerse a hacerlo. Se evitan
así los olvidos; los añadidos de última hora: “También cabría decir que...”;
las repeticiones: “Como ya he dicho antes...”.
Los
exámenes deben escribirse en PROSA RAZONADA Y EXPOSITIVA, es decir, deben
constar de párrafos separados por puntos y aparte. En cada párrafo se
desarrolla una idea o un grupo coherente de ellas. Los apartados o guiones de
un esquema que ha servido para estudiar deben convertirse en un párrafo
ordenado al hacer el examen.
En caso
de que haya que desarrollar un tema largo -corresponda o no a los esquemas que
hemos utilizado para el estudio-, debe redactarse de modo que tenga unidad, y
en consecuencia orden y coherencia en las diversas partes que lo componen.
Todo tema ha de tener: introducción breve, desarrollo de sus contenidos y
conclusión también escueta. Si corresponde a una parte clara de los apuntes o
del libro se lo dotará de una introducción que lo sitúe y de una conclusión
que lo cierre. Si no se identifica con un esquema que tengamos en la memoria,
se prepara en hoja aparte un guión de la estructura que queremos dar a nuestra
redacción y luego se escribe de la manera que antes se ha explicado.
En el
examen debe escribirse todo lo que el alumno quiera dar a entender al profesor,
que es una parte escogida de lo que sabe. El profesor no supone, ni intuye, ni
lee entre líneas, ni completa por su cuenta; lee el examen y ve exclusivamente
lo que hay. Como no es lo mismo poner en un problema de matemáticas un igual
que un más o un menos, o un signo de integral; tampoco es lo mismo escribir: “en
consecuencia”, “por ejemplo”, “ya que”, “digamos que...”, “cabe añadir”,
“resumiendo...”, en cada caso hay que poner los nexos que sean adecuados al
sentido de lo que se quiere decir.
Independientemente
del estudio, existe el problema de la dificultad por expresarse bien sin el
apoyo de la memoria o de un texto escrito, y esto puede llevar a algunos a
procurar reproducir los apuntes o esquemas. Esta dificultad causa también la
zozobra y el naufragio cuando el profesor pregunta de modo que sea imposible
ese apoyo sustancial en la “memoria textual”. Ni los comentarios de
texto ni las preguntas de la Selectividad responderán necesariamente a “apartados
concretos” del libro o de los apuntes... ya se ve la necesidad de soltarse
de esa dependencia férrea del texto.
Algunos
de vosotros os daréis cuenta de que esta dificultad de expresión bloquea la
efectividad del estudio: “...esperaba mucho más de este examen”.
Comprended que los correctores de laSelectividad no serán maternales y que por
tanto también aquí es necesario ser exigentes. La lectura del libro y de los
apuntes -aunque el lenguaje hablado del profesor cuando no lee seguramente no
responde a las exigencias de la lengua escrita-, junto con otras lecturas,
deben servir para adquirir vocabulario y modos de decir apropiados al nivel que
se os exige.
Trabajar
de esta manera no significa una dedicación excesiva a estas asignaturas, es
más, cuando se coge la idea... y cuando se pone en práctica de manera habitual,
el estudio se hace más fácil y, sobre todo, mucho más fructífero: tanto por lo
que se aprovecha como por las notas. Por el contrario, no puedo garantizar el
éxito de quien decida sólo “empollar”, y mucho menos el de quien decida
hacerlo sólo al final.
B.- Cómo escribir un ensayo de
Filosofía
El tener
que escribir un trabajo para una clase de filosofía suele percibirse como un
problema. No basta con presentar un conjunto de hechos, ni se considera
aceptable la mera presentación de una opinión personal. Pues bien, ¿qué es lo
que se espera de un alumno entonces? Este ensayo intenta darte una idea de qué
es lo que se espera de ti y ayudarte a conseguirlo.
En primer
lugar un trabajo de filosofía no es un simple informe de opiniones, ni tuyas ni
de los autores que has leído, sino un cuestionamiento esmerado y fundamentado
por tu parte. Cuestionar significa, en este contexto, repensar en tu mente los
temas que has estudiado. Este cuestionamiento implica examinar y reexaminar lo
que has aprendido sobre un tema: lo que sigue son preguntas específicas que
bien puedes encontrarte formulando mientras preparas un ensayo:
1.- ¿Cuál es, exactamente, el problema filosófico que estoy afrontando? (si no
tienes claro el problema, es imposible que puedas vislumbrar y adoptar
posiciones sólidas al respecto).
2.- ¿Se han desarrollado
suficientemente las soluciones presentadas
para que puedas ver qué involucran (mientras la solución de un problema se
encuentre insuficientemente desarrollada, es difícil que se pueda adoptar como
solución de alguna cosa).
3.- ¿Qué bases (argumentos, hechos, etc.) ofrece cada
posición como apoyo, y cuán buenas son estas bases?.
4.- ¿Cuál es tú posición y por qué? ¿Cómo defenderías tu
posición frente a posibles ataques?
Al
contestarte preguntas como estas u otras similares, desarrollarás una
comprensión personal del problema que afrontas, aun cuando tu posición combine
o incluso repita las posiciones de otros. No se espera necesariamente que
logres "mejorar" las posiciones adoptadas por pensadores anteriores
en tus trabajos de filosofía. Lo que sí se espera es que tengas una comprensión
de los problemas, y que seas capaz de defender las posiciones que adoptes.
La necesidad
de defender, o justificar, lo que dices, cobra especial importancia en un
trabajo de filosofía. A la persona que leerá tu trabajo le interesa tanto, o
más, el saber por qué sustentas una posición que saber qué posición has adoptado. Por tanto, desarrollar y
presentar una posición en la forma más clara y completa posible es sólo parte
de la tarea que afrontas. También has de justificar tu posición. Decir que opinas que algo es cierto, no me dice
nada de interés filosófico, hasta que sepa por qué lo crees. Y tampoco son
igualmente válidas todas las razones que se pueden esgrimir para apoyar algo.
Como consecuencia de ello, deberás escoger razones que presten el máximo apoyo
posible a tu posición. Esto es más difícil de hacer de lo que a veces parece. Por
ejemplo, el darme varios ejemplos que ilustran la idea que estás exponiendo no
me dice por qué la idea es buena. Así mismo, que me asegures que un experto
está de acuerdo contigo vale poco, mientras no me digas por qué está de
acuerdo. Esto no significa que no puedas usar razones ideadas por otras
personas. Significa que debes desarrollar
esas ideas tan clara y completamente como haga falta para sustentar tu
posición.
Hay otro
aspecto en el que debes ir con cuidado al dar razones para sustentar tu posición.
Con frecuencia el desarrollo de tus ideas traerá consigo intentos de señalar
por qué son inadecuadas las posiciones opuestas. Como estás en desacuerdo con
ellas, es probable que no les tengas gran simpatía, y deberás ir con mucho
cuidado para no atacarlas de forma injusta. Para criticar en forma efectiva una
posición opuesta a la tuya, comenzarás por presentar esa posición de forma
clara, completa y justa (siempre es fácil destruir a un adversario
distorsionando su posición). Debes presentar las razones que se esgrimen para
apoyar la posición que estás atacando. Podría parecerte que esto te obliga a
hacerle el trabajo a tu oponente, pero sólo podrás demostrar lo inadecuado de
una posición cuando la entiendas plenamente. Un último punto sobre el intento de
derrotar posiciones contrarias. Recuerda que el hecho de haber demostrado que
la posición opuesta es inadecuada no demuestra automáticamente que la tuya sea
adecuada. Es perfectamente posible que las dos soluciones sean erróneas. Así
que es imprescindible que muestres por qué piensas que tu posición es correcta.
Pero
podrías objetar que todavía no hemos visto cómo proceder para escribir uno de
esos trabajos. En cierto modo sí que lo hemos hecho, ya que los procesos de
razonamiento a los cuales hemos hecho mención deberían ser parte del proceso de
escribir el trabajo. La relación entre un problema filosófico y los intentos de
resolverlo, los debates acerca de la pertinencia de las diferentes soluciones
que se proponen, tu desarrollo y defensa de la posición que quieres sustentar,
revelan frecuentemente una serie de conexiones que te pueden ayudar a
planificar la presentación de tu trabajo. Incluso cuando te resulten imposibles
los esquemas formales detallados, toma apuntes de las ideas que se te ocurran
mientras pienses. Después revisa tus apuntes y dales un orden secuencial que
tenga sentido. Muchas veces verás, al hacer esto, cuáles son las áreas que
necesitan un mayor desarrollo, y verás que el paso de ordenar las ideas a
escribirlas es casi imperceptible. Dos sugerencias pueden ayudarte en esto. Una
es que son pocas las personas que pueden sentarse a escribir un trabajo acabado
en su primer esbozo. No hay nada malo en reescribir un trabajo, como no hay nada malo en volver a pensar un problema. Cuando hayas comenzado no dudes en introducir
cambios. La otra sugerencia es más una advertencia. Muchas personas cuando se
ponen a escribir un trabajo sienten que deben emplear un estilo especial y
complicado, usando frases complicadas y palabras grandilocuentes. Con
frecuencia consiguen ocultar así lo que saben y lo que quieren decir. Asegúrate
de que cualquier texto que escribas, sea lo más simple, directo y claro posible. Finalmente, digas lo que
digas, y cualquiera que sea la organización que le hayas dado, no olvides que
el lector no puede leer mentes y que lo único que puede leer es lo que has
escrito. No omitas pasos que has dado en tu razonamiento, porque te parezcan
"obvios" o porque te parezca que el lector "ya lo sabe". No
dejes espacios en blanco al presentar tus argumentos.
Este
texto fue escrito por un alumno de 1º de Batxillerato. Sintetiza bastante bien
lo que llevamos dicho.
¿Existe
el infinito real?
El razonamiento que sigue se basa únicamente en la propia
existencia y en los primeros principios de la lógica. También acepto como
verdadero que, para que algo empiece a existir, debe recibir el ser de alguien.
Además, tan sólo consideraré la vertiente espiritual de mi ser.
Alegato.- Puesto que yo no existo desde siempre,
debe haber alguien que me haya dado el ser (aunque sea indirectamente), y este
alguien es Dios.
Objeción 1.- Podría ser que mi memoria fallara y realmente
yo hubiera existido desde siempre.
Réplica (a esta
objeción).- Si así fuera, debería haberme dado el ser a mí mismo. Pero, para
que así fuera, debería existir antes, para poder darme el ser. Puesto que es
imposible que exista antes de haberme dado el ser, esto es una acción
contradictoria. Y para poder realizar una acción contradictoria, debería ser un
ser todopoderoso. Pero si no puedo
recordar -ya que parece ser que mi memoria falla- no soy un ser todopoderoso,
por tanto no puedo haber existido siempre.
Objeción 2.- Yo he salido
de la nada (¡por qué no?).
Réplica (a esta
objeción).- La nada es el no ser. El no ser no es, no existe, no tiene ser.
"Dar el ser" es hacer partícipe a un ente de la existencia que ya se
tiene, y así hacer que exista. Puesto que la nada no es, "no tiene
ser", no me lo puede haber dado.
Objeción 3.- Podría haber
surgido de la materia.
Réplica (a esta
objeción).- En primer lugar deberíamos ver si la materia existe, como la gente
cree. Pero aun suponiendo que así fuera, la materia es por definición material
y no espiritual. Como ya hemos visto antes, nadie puede dar lo que no tiene.
Por consiguiente, la materia no puede hacer que algo espiritual exista, porque
le debería "dar la espiritualidad" que ella no "tiene".
Objeción 4.- Podría haber
recibido el ser de otro ser espiritual distinto de Dios -mis padres, por
ejemplo-, y que, además, fuera una serie infinita de seres espirituales que se
van dando el ser.
Réplica (a esta
objeción).- Esta serie no puede prolongarse hasta el infinito. Puesto que, si
así fuera:
a) un
antepasado mío que hubiera vivido hace 10.000 años tendría a su vez infinitos
antepasados,
b) yo tendría
infinitos antepasados,
c) puesto que
mi antepasado de hace 10.000 años y yo tenemos el mismo número de antepasados
(que además resultan ser los mismos), o bien somos la misma persona, o bien
somos hermanos.
Puesto que la
conclusión "c" es absurda, es absurda una serie infinita de
"padres". Por consiguiente, existe un "primer padre", que,
como mínimo, recibe el ser espiritual de Dios.
Conclusión.
Con todo
esto, acabamos de demostrar que existe realmente un Ser Infinito.
Que
la infinitud sea atributo de Dios es algo tan importante que Descartes
fundamenta en ello su demostración de la existencia de Dios.