Duermevela
Hacia mediados de julio, mi compañera(1) de despacho me dejó encima de la mesa unas hojas impresas con una nota manuscrita: "Em fa il.lusió que ho llegeixis". Se trataba de un artículo que acababa de escribir. Leí las dos primeras líneas: "Empiezo a escribir con el cansancio acumulado de final de curso, pero la propuesta de Nieves Blanco me atrae". Me gustaron aquellas líneas (y el resto del texto que leí con posterioridad). Ha pasado aproximadamente un mes y...... Superado el cansancio acumulado de final de curso, empiezo a escribir en un estado de aletargamiento intelectual y agradable duermevela cultural provocado, seguramente, por los efluvios estivales, pero la propuesta de Jordi Caja me atrae: abordar, en el marco de estas jornadas, las implicaciones pedagógicas y los cambios de planteamiento que supone la utilización de las tecnologías de la información y la comunicación en los diferentes escenarios educativos y más concretamente en el aula, hoy por hoy, el escenario por excelencia. En primer lugar, quisiera matizar el título de mi intervención. En estos momentos hablar de "construcciones" y "rupturas" me resulta excesivamente prescriptivo, radical y dogmático. Creo que hubiese sido mucho más oportuno emplear el término "reconstrucciones" en lugar de "construcciones" y "distanciamientos" en lugar de "rupturas". Mi discurso no pretende explicitar lo que se ha roto y lo que hay que construir sino de qué nos estamos alejando y a qué nos estamos aproximando como consecuencia del momento mediático que nos ha tocado vivir. También me gustaría señalar que en mi recorrido por algunos de los dilemas que plantea la tarea de educar en la sociedad de la información y la comunicación, adoptaré una perspectiva social y cultural más que didáctica. La transformación ya está en marcha, pero no por ello debemos renunciar a abrir el debate y hacer una valoración crítica del fenómeno y sus consecuencias. Creo que empieza a resultar necesario tomar distancia y volver a pensar el fenómeno con la tranquilidad que da haber superado tanto la euforia como los tabúes tecnológicos. Estoy lejos de posicionarme "contra" las tecnologías de la información y la comunicación, creo que mi trayectoria personal y profesional así lo demuestran, pero me gusta practicar la crítica en el sentido que el pensador Paul Virilio (2) emplea el término: ser crítico no para negar, sino para combatir. En un tema en el que me pregunto más que me respondo, en el que no se trata tanto de encontrar soluciones como de construirlas a partir de la realidad actual, me gustaría compartir con vosotros y con vosotras algunas de mis contradicciones, desconciertos, dudas e incertidumbres y espero que juntos podamos intercambiar informaciones y construir conocimiento yendo un poco más allá del esnobismo al uso y de la tranquilidad que da "sentirse al día" en la temática que nos ocupa. Abandono el estado de duermevela y entro en la... Pesadilla Sociedad de la información, era digital, era de la información, sociedad mediática, sociedad post-industrial, mundo digital, tecnópolis, sociedad teledirigida, era internet..... son diferentes formas de referirse al fenómeno objeto de discusión en estas jornadas. Todas ellas aparecen en el título de alguna de las publicaciones de los muchos autores(3) que a lo largo de la década de los noventa se han esforzado en describir, analizar, cuestionar y problematizar su momento histórico. Como he indicado en el párrafo anterior, son muchos los pensadores (escritores, sociólogos, filósofos, políticos...) que han publicado en torno a las transformaciones sociales y culturales originadas por las tecnologías de la información y la comunicación. A mí se me ha encomendado "hablar" del tema desde las implicaciones pedagógicas, pero me resulta muy difícil hacerlo sin antes explicitar algunas consideraciones generales de la sociedad de la información que me ayudaran a construir ese nuevo escenario educativo al que me he referido en mi estado de duermevela. Al tomar esta decisión, posiblemente estoy contribuyendo a incrementar la polución informativa y desobedezco las indicaciones de un irreverente colectivo de artistas neoyorquino (4), recientemente descubierto por mí, que defienden que en una sociedad dominada por una explosión de "conocimiento" (yo hubiese empleado el término información), explorar las posibilidades de significado en lo que ya existe es más urgente que añadir información redundante. En su argumentación afirman que estamos viviendo en la era de la "recombinación" y es necesario replantearnos socialmente el tema "del plagio". Van más allá, y llegan a defender algo tan polémico como que en una cultura de la recombinación el plagio es productivo. En pleno delirio ilustrado, Leibniz afirmó "Vivimos en el mejor de los mundos posibles". Al amparo del mito del progreso, algunos autores practican en sus obras un optimismo fácil que les lleva a suscribir tesis cercanas a la de Leibniz. No me encuentro entre los seguidores de estos planteamientos, tampoco defiendo que "cualquier tiempo pasado fue mejor". Sin lugar a dudas, por lo menos en el mundo occidental, el presente es el mejor momento de la historia de la humanidad, los tiempos pasados fueron mucho peores, pero en algunos aspectos el futuro puede ser peor (5). Desde hace algún tiempo, la cultura de la sostenibilidad nos anuncia que nuestro modelo de civilización muestra de forma inequívoca su agotamiento. La modernidad se ha caracterizado por la despreocupación del impacto en el entorno y por la cultura "del tener" más que "del ser". Necesitamos un discurso que restituya la sensatez y ponga freno al desenfreno (Folch, 98) y éste puede ser el discurso de la sostenibilidad entendida como la reorientación global del modelo de crecimiento actual en el que "lo local" es el nuevo centro de análisis porque es donde radica la conciencia profunda de los desequilibrios. Un discurso que garantice menos desequilibrios de todo tipo y mayor diversidad cultural además de la biológica. Un discurso que sustituya el pensamiento único mundializador (que no globalizador) por el pensamiento global (pensar globalmente y actuar localmente) como futuro deseable. Existe una inadecuación entre los recursos culturales que estamos utilizando y los problemas que tenemos que resolver. Lo que se está haciendo insostenible es el sustrato cultural que configura nuestra forma de vida y esta inadecuación cultural parece ser que se incrementará en el transcurso de los próximos años (Burcet, 1997). Personalmente considero que el cambio cultural (valores, ética, conductas, principios, actitudes, emociones...) es la clave para construir un mundo más sostenible. A partir de esta tesis, me planteo y os planteo qué pueden aportar y qué pueden dejar de aportar las tecnologías de la información y la comunicación (infraestructuras virtuales) en la instauración de un nuevo orden de cosas. Decíamos que en algunos aspectos el futuro puede ser peor que el presente. La violación de derechos humanos "naturales" como el derecho a la vida, a la libertad personal, a la información... ha sido y continúa siendo una constante histórica. Pero existen otro tipo de derechos asociados al mundo occidental, los llamados derechos "adquiridos" (Fajardo, 1995) a lo largo del siglo XX: el derecho a unas vacaciones anuales, el derecho a un subsidio de desempleo, el derecho a una sanidad y una educación públicas... Estos derechos, que tienen su origen en el avance de lo público y en una concepción social del estado, empiezan a desdibujarse en la sociedad actual y en un futuro no muy lejano pueden llegar a desaparecer (6). Vivimos en la sociedad del crecimiento (que no del desarrollo), de la eficiencia y la eficacia, de la productividad, de la competitividad, de la rentabilidad, de los controles de calidad (siempre aplicados a lo material y nunca a lo personal), de la formación permanente y continuada a lo largo de toda la vida y al servicio de las exigencias del mundo laboral y profesional (exigencias externas) más que a las personales (exigencias internas). En el aire se respira un mensaje implícito que nos exige estar siempre ocupados, activos, interesados, reciclados (como el papel), al día, para no sentirnos "excluidos". Creo que se debería respetar la posibilidad de bajarnos "voluntariamente" de ese tren que ha dado lugar a tantas y tantas metáforas (junto con la metáfora de las dos velocidades) y de practicar un cierto "desinterés informativo" consciente y voluntario. No me estoy refiriendo al desinterés impuesto como única salida ante la falta de alternativas y opciones o al desinterés producto de no haber sido nunca educado en el "interés". Me gusta la propuesta de Paul Virilio (1994) cuando nos invita a iniciar una dieta radical, entrando en una fase de desinformación y embellecimiento de los hechos. Hablando de derechos, remarcar que uno de los logros del siglo que se acaba ha sido la "supuesta" o "aparente" democratización de la información. Empleo estos calificativos porque tanto en el escenario estatal como en el escenario mundial estamos viviendo un "auténtico asalto al pluralismo informativo a través de la creciente dependencia de los medios de comunicación del entorno gubernamental.... No se trata únicamente de la concentración de medios en unas pocas empresas, sino, un paso más allá, de la dependencia de estas empresas del poder político." (Altares, 99). La concentración de poderes (nuevos imperialismos), ya sea en el escenario político, económico, tecnológico o informativo, acarrea una falta de pluralidad (léase homogeneización) ideológica y cultural. Llegados a este punto, se desprende la necesidad de estudiar la esencia de todo esto: la información. Esta no es la tarea que me ha sido confiada, sigo transgrediendo las indicaciones del coordinador. No voy a entrar en profundos análisis, sino simplemente explicitar que la información es algo difícil de definir, intangible y perecedero cuya calidad se degrada rápidamente, tanto en el tiempo como en la distancia con respecto a la fuente de producción. La información son datos que han sido pasados por una mente humana concreta y que se han considerado significativos dentro de ese contexto mental. Lo que es información para una persona es un mero dato para otra (7). Podríamos afirmar que nuestra época es una época de "información" en el mismo sentido que la Edad Media lo fue de "religión". La potencialidad de las tecnologías de la información y la comunicación, la pesadilla informativa, la desmaterialización de los contenedores de información, la pérdida de protagonismo del átomo en favor del bit... han ido conformando la llamada sociedad de la información, ¿sociedad del conocimiento? o ¿sociedad del re-conocimiento?. Personalmente creo que la contaminación informativa promueve el reconocimiento más que el conocimiento, al tiempo que me pregunto si no sería mucho más correcto hablar de la sociedad del dato y de las cifras. Como dice Fajardo (1995), ante la apoteosis de las cifras, la realidad se vuelve abstracta y tiende a expresarse en términos estadísticos. En la sociedad tradicional funcionaba el informar para actuar, el valor de la información radicaba en aquello que era útil para actuar. Ahora recibimos grandes volúmenes de información que nos sirven para bien poca cosa. Se está produciendo un fenómeno de babelización en el que todo el mundo habla y nadie escucha. Ante la omnipresencia de las pantallas, el discurso, la crítica, la opinión o el razonamiento basado en el lenguaje tienden a desaparecer. La información es "un espectáculo" que está aboliendo los hechos y vaciando la realidad de contenido. Por otra parte, no resulta fácil "conciliar valores a la vez fundamentales y antagonistas, como el respeto a la vida privada frente a la libre circulación de la información (OCDE, 1981). Ante la progresiva intromisión de los estados, las administraciones y las instituciones públicas y privadas en la vida intima de las personas, el derecho a la protección de la vida privada se debilita: ¿cómo podemos defender nuestro derecho a "ser dejado a solas"?, ¿cómo podemos encontrar protección ante una intimidad acosada?. Nos encontramos inmersos en una vorágine de cambios que no parecen permitir espacios para la reflexión, todo tiene que ser rápido e instantáneo, todo son aproximaciones impresionistas, fascinaciones ante lo perecedero, todo se mueve a tal velocidad que nada más ocurre deja de existir. Creo que es necesario replantearnos nuestras relaciones con la información y con el conocimiento entendido como información interiorizada, integrada, algo personal e intransferible, al tiempo que continuamos trabajando en la tarea de cómo encontrar el conocimiento que hemos perdido con la información. Invertir en memoria empieza a no tener sentido. Me pregunto si no sería más conveniente invertir en olvido. En este final del milenio hay una serie de conceptos que se están debilitando, el concepto de espacio, de tiempo, de espera, de narratividad, de linealidad, de diferencia, de disciplina, de logosfera. Están desapareciendo las fronteras entre real y virtual, local y global, público y privado. Es el momento de la inmediatez, de la ubicuidad, de la instantaneidad, de la interactividad, de la iconosfera ... El profesor Sebastià Serrano, recientemente en una conferencia, relacionaba la caída del muro de Berlín con el final de las metáforas de la construcción y nos invitaba a cambiar nuestro sistema de metáforas al entrar en el siglo XXI, sustituyendo las metáforas de la construcción, de los territorios, de las fronteras, de las separaciones, de las disciplinas por un sistema de metáforas basado en los puentes, en las armonías, en las conexiones y las redes. Mover átomos es caro, mover bits es rápido y más barato. Las tecnologías de la información y la comunicación son limpias. Las tecnologías de la información nos ofrecen más potencia con menos consumo energético y material. Las tecnologías de la información permiten aumentar la productividad y bajar costos. La miniaturización de las tecnologías de la información es un fenómeno imparable. Las tecnologías de la información permiten nuevas formas de trabajo, el trabajo a distancia o teletrabajo. Las tecnologías de la información permiten la simulación de hechos complejos y de difícil, costosa o peligrosa reproducción material. Pero esas mismas tecnologías hacen que sea necesario proteger la intimidad y la privacidad de las personas, no garantizan la diversidad cultural, promueven nuevos tipos de fraudes y delitos (virus y hackers informáticos).... Era de esperar: nadie, y menos una tecnología, da nada a cambio de nada... (Barceló, 97). Voy saliendo de la pesadilla y recupero la...... Consciencia Ante la realidad social que acabo de describir, creo que en ciertas ocasiones es del todo justificable la negativa de algunos profesionales de la enseñanza a "tomar conciencia" (y actuar en consecuencia) de lo que está aconteciendo fuera de "su aula". Las preguntas superan a las respuestas y éstas, como ya explicité al inicio de mi intervención, más que encontrarlas hay que construirlas a partir de una realidad muy compleja. He dicho que es "justificable" (en ciertas ocasiones), pero en modo alguno creo que esta "ignorancia consciente" sea la solución a los problemas que diariamente tienen que afrontar unos profesores y unas profesoras (entre las que me cuento) que tienen que enfrentarse a una opinión pública que ha empezado a cuestionar la credibilidad y el sentido de un sistema educativo que se encuentra "bajo mínimos" y que no parece dar respuesta a determinadas exigencias sociales. La gravedad del problema y las contradicciones aumentan cuando, por principios éticos, algunos de estos profesionales consideramos que deberíamos transgredir el "consenso implícito basado en el asentimiento" y trabajamos a "contracorriente" cuestionando el paradigma dominante (San Martín, 1998). En un intento, siempre simplista, de categorizar las actitudes de los docentes ante la sociedad de la información podríamos decir que estos profesionales pueden: (1) ignorar inconsciente el fenómeno social y mediático; (2) ignorarlo conscientemente; (3) afrontarlo sin cuestionar el paradigma dominante; o (4) afrontarlo y cuestionarlo. Desde el momento en que habéis decidido participar en el debate propuesto en estas jornadas os habéis posicionado en una de las dos últimas categorías. Estaréis más cerca de una o de la otra si prima el "desacuerdo" o el "acuerdo" ante lo explicitado por mí hasta este momento. Me voy a limitar a apuntar sólo algunas de "mis" reflexiones. Como ya os anuncié al inicio de este texto espero que juntos podamos intercambiar informaciones y construir conocimiento que nos permita avanzar (más que solucionar) un poco más en el análisis de las implicaciones pedagógicas y los cambios de planteamiento que supone la utilización de las tecnologías de la información y la comunicación en los diferentes escenarios educativos. Me gustaría compartir con vosotros y vosotras algo que desde hace algún tiempo me preocupa: el papel que juega en la actualidad la escuela como institución. Históricamente, en la escuela, al igual que en la naturaleza, ha recaído la responsabilidad de guardar: (1) el orden; (2) la disciplina (s) (8); y (3) la información. Por lo que al orden y la disciplina se refiere, no voy a extenderme aquí en explicitar cómo el análisis de los últimos acontecimientos (en especial en escuelas norteamericanas) ponen en tela de juicio la función "supervisora" y "subordinadora" de la institución escolar. En relación a las disciplinas (9), en este mismo texto he explicitado como empiezan a desdibujarse una serie de conceptos asociados a una organización del curriculum por disciplinas: espacio, tiempo, espera, narratividad, linealidad, diferencia... al tiempo que asistimos a la sustitución, en la mayoría de los órdenes de nuestra vida (no en la escuela), de las metáforas de la construcción, de los territorios, de las fronteras, de las separaciones, de las disciplinas... por un sistema de metáforas basado en los puentes, en las armonías, en las conexiones y las redes. La escuela no parece hacerse eco de la aparición de una revolución conceptual surgida a contracorriente de la ciencia predominante (positivismo científico)(10) que parte de enfoques integradores, multidisciplinarios, de "disciplinas híbridas", de sistemas complejos (principio de la complejidad de Morin) en la búsqueda de una totalidad organizada. Y qué decir de la escuela como fuente de información. La información empieza a escaparse de la escuela y toda escapada provoca un cierto desorden. Cada vez surgen más competidores a la dimensión informativa de las escuelas (mass media). Éstos, además empaquetan la información de una manera mucho más atractiva y sugestiva (Apple, 1998). Hoy hay muchos soportes de información que "enseñan" en un sentido estricto del término. Estos nuevos soportes "no pueden nunca sustituir la relación personal entre el maestro y el alumno, que no es puramente informativa. Porque es verdad que uno puede informarse dándole a un botón, lo que no puede es educarse dándole a un botón. La idea de que el maestro es una fuente de información no es verdad. Es una fuente de educación, no de información. El maestro puede dar informaciones, pero también hay otros muchos medios para informarse que no necesitan ningún maestro" (Savater, 1997a:12). Las tecnologías de la información y la comunicación pueden ejercer una competencia desleal a la escuela y al profesorado en su dimensión informativa, pero la educación es algo más complejo que la mera transmisión unidireccional de contenidos. Creo que hoy más que nunca la finalidad última del profesorado es educar, educar y educar. Desde hace algunos años vengo trabajando el tema de la integración curricular de los medios y cada vez más coincido con autores como Tedesco (1995), Savater (1997b) cuando defienden que llevamos más de un siglo oyendo decir que la educación y la escuela están en crisis. Hasta hace relativamente poco tiempo se trataba de una crisis cuantitativa, material, de medios, pero en estos momentos, sin poderse considerar superada la primera, nos encontramos ante una nueva crisis, una crisis cualitativa, existencial, de objetivos, no sabemos qué finalidades debe cumplir y hacia dónde debe orientar sus acciones. "Se piden a la escuela cosas opuestas, a veces incompatibles" (Savater, 1997a:10). Hay autores que van más allá señalando que "intentar proponer los nuevos medios como forma de impulsar innovaciones, como se ha venido haciendo de forma repetida, deja intactas [las] concepciones básicas sobre la educación, llevando a la introducción de cambios 'para que todo continúe igual'" (Sancho, 1998:98). En ningún momento pongo en tela de juicio la necesidad de integrar curricularmente estas tecnologías, pero creo la cuestión es mucho más compleja. La escuela, como institución, presenta una estructura muy rígida que difícilmente dará respuesta a las exigencias de la sociedad mediática. Es difícil modificar planteamientos sin modificar las estructuras sobre las que éstos se alzan. Una estructura que: "compartimenta el saber; separa al alumnado por el impreciso criterio de edad; convierte al enseñante, además de en la fuente de información por excelencia, en el único profesional que no puede contrastar su práctica de forma directa con la de otros profesionales; e impide rentabilizar sus siempre escasos recursos por la dificultad que supone su reutilización" (Sancho, 1998:96). La escuela está herida, la incorporación de medios puede aliviar la situación, pero es necesario repensar los fines, los métodos, la estructura organizativa..... rehacer la relación con la comunidad, con la sociedad, romper el aislamiento docente de los centros. Los jóvenes de hoy en día tienen como referente tres universos culturales: la familia, la escuela y las pantallas (y no precisamente en este orden). Uno de los problemas a los que debemos enfrentarnos es a la falta de diálogo, de continuidad, entre estos tres mundos para intentar reducir la doble o la triple vida de algunos de nuestros alumnos y alumnas. Los adolescentes de las sociedades occidentales están acostumbrados a recibir impactos tan fuertes que cada vez los necesitan más fuertes. Los alumnos y las alumnas necesitan "otra historia". El profesorado tiene que encontrar formas de reducir el desgaste emocional para resistir, desarrollar procedimientos de reflexión, de explicitación. Si nos cerramos en banda, si nos ponemos una coraza, el problema continúa ahí, llamando a la puerta, es necesario desarrollar recursos que nos permitan acercarnos a "ese mundo" sin quemarnos. Los estudiantes, como sujetos, dejan su vida en la puerta de los centros. Su mundo es un mundo diverso, complejo, incierto. La escuela es orden y disciplina. La escuela vive al margen de la "iconosfera" (11), continúa en la era de la educación en la escritura (logosfera). Vive en la cultura, en la civilización, de la escritura, de la palabra. La juventud vive la "cultura de la virtualidad real", su mundo de imágenes es su mundo real y el profesorado cada vez más se siente alienígena en el aula. Es necesario encontrar formas conciliadoras entre la cultura de la imagen (primacía de la emoción) y la cultura de la logosfera (primacía de la reflexión). Tradicionalmente la escuela ha priorizado los aspectos relacionados con la ciencia y la tecnología, pertenecientes al ámbito de lo público (razón) y ha relegado los aspectos propios del ámbito de lo privado (corazón): emociones, afectos, sentimientos ..... Estoy agotando el espacio que me ha sugerido la organización de las jornadas, por lo que me voy a limitar a apuntar algunos de los temas "pendientes" que me gustaría debatir con vosotros y vosotras el próximo día 9 de septiembre: o
la creciente mercantilización de la enseñanza y la caducidad
del saber Bibliografía:
Notas:
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